NUEVA YORK.- El escándalo sexual que costó el cargo al gobernador de Nueva York Eliot Spitzer, es el último de una larga lista en la vida política Estados Unidos, donde la intimidad de los dirigentes se juzga a menudo en la plaza pública.
Bill Clinton casi pierde la presidencia en 1998 por una aventura con la joven Mónica Lewinsky, el precandidato demócrata favorito Gary Hart se retiró de la pugna por la Casa Blanca en 1988 por una relación extramarital, y decenas de legisladores, gobernadores o jefes de empresa cayeron por razones similares.
Impregnados de principios éticos heredados a menudo del puritanismo, los norteamericanos los transfieren a veces a la esfera política y esperan poder exigir de sus líderes que sean rreprochables en la vida privada.
"El público norteamericano espera de sus funcionarios electos estándares muy altos en materia de conducta moral, y si no lo obtienen, quieren poder exigirles rendir cuentas", explicó a la AFP Costas Panagopoulos, profesor de ciencias políticas en la universidad Fordham de Nueva York.
En las últimas tres décadas, los anales registran por lo menos 50 escándalos sexuales en la vida política de Estados Unidos y la consultora Challenger, Gray y Christmas, con sede en Chicago, contabilizó unos 60 presidentes de empresas obligados a renunciar en 2007 por cuestiones de ética, a menudo privada.
La revelación de que Spitzer era cliente de una red de prostitutas de lujo desencadenó una ola de indignación nacional y el gobernador demócrata buscó inicialmente la redención con el remedio habitual: arrepentirse en público.
Junto a su esposa y madre de tres hijas, frente a las cámaras de televisión que transmitieron la contrición a la nación entera, el "Cliente 9" del "Emperors Club" pidió perdón en directo a su familia y al Estado.
Pero la fórmula que funcionó en el caso de Clinton y otros protagonistas de escándalos, en el caso de Spitzer no fue suficiente y el gobernador, bajo la amenaza de una destitución de los republicanos, renunció dos días más tarde.
Spitzer había sido blanco de una investigación del FBI, que grabó sus conversaciones personales en el marco de una pesquisa sobre la red de "call girls", de la cual era secretamente un asiduo cliente.
Las autoridades filtraron luego el dato al diario The New York Times, que publicó la confidencia, conduciendo a la disculpa pública del gobernador y luego a su renuncia, exigida por el resto de la prensa casi al unísono.
"Hace cuarenta años, casi cualquier comportamiento era aceptado, no había ni tecnología, ni costumbre de vigilar a la gente, y existía la aceptación generalizada de que los hombres con poder se comportan mal: era algo con lo cual había que convivir", dijo Siva Vaidhyanaphan, profesor de mediología de la universidad de Virginia, al constatar que esa situación actualmente cambió.
"La policía, los reporteros y los adversarios políticos están a la búsqueda de la forma de detectar el mal comportamiento de los dirigentes, y lograrlo es ganar un gran premio en el mundo político competitivo", dijo Vaidhyanaphan.
Según el catedrático, "hoy en día existe un nivel de tolerancia mucho más bajo de la hipocresía" y eso explica la caída de Spitzer.
En el caso de Clinton, explicó, terminó su mandato como el presidente más popular de los últimos tiempos porque "los norteamericanos le perdonaron su conducta al no percibirla como hipócrita y porque les pareció sincero cuando pidió disculpas".
John Zogby, que dirige un instituto de encuestas, coincidió en que "la razón principal es la hipocresía". "A los votantes no les gusta la gente que dice una cosa y hace exactamente lo contrario", dijo el experto.
"En el caso de Spitzer, la hipocresía era palpable", agregó Zogby, según el cual, el gobernador "no estaba en posición de esperar perdón, porqué el nunca, jamás, había perdonado".