Se trata de otra novela policial, una novela policial o de misterio dentro de los misterios de una ciudad hecha por la organización que cambió el mundo, los masones y Washington DC.
Desde la entrada al centro de la ciudad, Brown describe al monumento Washington Memorial como “el obelisco egipcio de América”.
…la esbelta silueta del obelisco más grande del mundo, alzándose en el horizonte como la aguja de un ancestral gnomon. Los ciento setenta metros de altura del obelisco de mármol señalaban el corazón de esa nación. Alrededor de la aguja se extendía concéntricamente la meticulosa geometría de calles y monumentos.”
Los símbolos son ciertos y la novela es ficción, es lo que nos quiere decir Brown con: “Esta es una forma de ficción. Los nombres, los personajes, empresas, organizaciones, lugares acontecimientos y hechos que aparecen en la misma son productos de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia”.
Sin embargo, también nos advierte: “…Todas las organizaciones que se mencionan en esta novela existen, incluidos los francmasones, el Colegio Invisible, La Oficina de Seguridad, el SMCS y el Instituto de Ciencias Noéticas.”
Y lo más sorprendente, junto a lo atractivo de “develar” algunos ritos masónicos, definitivamente la concreta alusión a la noética, la magia como ciencia? Existe la magia? Es cierto que tenemos poderes infinitos que podemos manejar? Todo esto alrededor de edificios y construcciones de la primera capital fundada por la organización que creo los derechos fundamentales del hombre, que nos dio la libertad y la independencia: Los Francmasones, la otrora organización secreta a la que pertenecieron todos nuestros próceres de la independencia (Washington, San Martín y Bolívar).
Mas allá del valor literario está la deliciosa erudición, aprehendible y completamente consumible por comunes mortales que leemos absortos tan rica información, lista para ser procesada y convertida en conocimiento. Como cuando nos cuenta sobre algo tan simple como origen de las corbatas: “…de las corbatas se podría remontar a la fiscalía de seda que llevaban los oradores romanos para calentar sus cuerdas vocales o la verdadera derivación etimológica del término “corbata” que tiene que ver con los mercenarios croatas que acostumbraban ponerse pañuelos al cuello antes de entrar en batalla.”
O cuando nos da el antecedente del término “sinceramente”: “…Desde los tiempos de Miguel Ángel, los escultores ocultaban las imperfecciones en sus obras introduciendo cera caliente en las grietas para después frotarla con polvo de piedra pómez. El método se consideraba tramposo y, por tanto, las esculturas sin cera (literalmente), sirte cera, se tenían por una obra de arte sincera. La locución perduró, y a día de hoy continuamos utilizando el adverbio “sinceramente” para expresar que algo carece de artificio. “
Mucho menos común es el momento en que se alude a la interrogante mas importante de la filosofía: la existencia del alma humana: “…Las tradiciones budistas y brahmánica aceptaban la metempsicosis, es decir, la transmigración del alma a otro cuerpo después de la muerte; los platónicos definían el cuerpo como una “cárcel” de la que el alma escapaba, y los estoicos llamaban al alma apospasma tou theu (“partícula de Dios”) y creían que volvía al Ser Supremo después de la muerte…el Génesis se refería al alma como nesemá, una especie de “inteligencia” espiritual, separada del cuerpo…”
Hay datos muy pequeños pero no menos deliciosos, como cuando menciona a la Diosa Ceres, diosa romana de la agricultura, y afirma que es en alusión a su nombre que se le da nombre a los cereales. O cuando describe el cuadro de Brumidi en el Capitolio de los Estados Unidos “La Apoteosis…” y explica que apoteosis significa transformación divina, apu “convertirse” y Theos “dios” el hombre se convierte en Dios.
Fuente: blogs.rpp.com.pe
Iturbidesnoticias |
Consultar este grupo |