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Etre litigios nucleares, la guerra en la vecina Irak y ultimatos norteamericanos, los iraníes de a pie se ven atrapados estos días por las ruedas de la historia. Intentan sobrevivir en el corazón de la tormenta, mientras desde el exterior vienen confusos rumores de planes de guerra. Por más que la información llegue muy filtrada, las consecuencias económicas ya se dejan notar. Una situación en la que cada vez son más los que en Teherán apuntan al presidente Ahmadineyad como el responsable del desaguisado. Aunque tampoco quiere hacerse muchas preguntas una población que, en muchas ocasiones, se conforma con vivir el día a día.
Con el ultimátum, a Irán llegaba también la nieve. Teherán amanecía cubierta por un manto blanco que sólo el intenso tráfico conseguía eliminar. Mientras el clima político se calentaba en las reuniones del Consejo de Seguridad, en Viena, en la capital persa los termómetros bajaban de los cero grados. Con el paso de las horas llegaba la niebla, que se mezclaba con la polución acumulada sobre los 12 millones de personas que viven en esta ciudad. Y entre la nieve y la niebla apenas se podía ver más allá de unos metros.
Este sombrío temporal es simbólico de la situación que afrontan los iraníes de a pie. El desasosiego por las noticias que llegan del exterior, la incredulidad por las informaciones que les dan sus familiares en el extranjero —sólo en Los Ángeles se calcula que viven casi un millón de iraníes— y el progresivo sentimiento de miedo impuesto por el régimen mantienen bloqueados a los ciudadanos.
Pero en una nación de 70 millones de personas hay sitio para todo tipo de opiniones. Los fieles de Ahmadineyad siguen palabra a palabra sus discursos y sólo tienen un lema en la cabeza: «La energía nuclear es nuestro derecho». El eslogan más famoso de este Irán fiel a la vieja revolución, sin embargo, es motivo de chistes, mensajes irónicos para móviles y bromas entre el otro gran sector de la población harto de tanta polémica, que no cree en el régimen y que incluso vería con buenos ojos una intervención para dar carpetazo a estos veintiocho años de ayatolás.
La sociedad está dividida, y las diferencias van mucho más allá de las reflejadas en las últimas elecciones municipales. No es una polémica entre ultraconservadores radicales, representados por Ahmadineyad, o ultraconservadores moderados, más cercanos a Rafsanyani. Es una polémica entre los defensores del sistema y millones de iraníes que no tendrían inconveniente alguno en cambiar de régimen en 24 horas. Un ataque a gran escala como el diseñado por los estadounidenses, sin embargo, podría provocar el efecto contrario y unir a unos y otros. No se debe subestimar el sentimiento nacionalista iraní.
En el bazar de Teherán se pueden comprar camisetas con una leyenda en inglés que dice: «Nuclear energy is our right. USA I see you tiny» (la energía nuclear es nuestro derecho, Estados Unidos, te veo diminuto). Su vendedor no tiene ni idea de lo que pone, porque sólo sabe leer el alfabeto farsi, y lo que le preocupa de verdad de su producto, es que «las tallas son demasiado pequeñas». Nada más. Aunque se ha dado cuenta de que es una de las compras favoritas de los pocos extranjeros que pasan por su tienda.
Ebrahim, Ali, Mariam, Sarah y Hamed son cinco iraníes que pertenecen a mundos diferentes. Representan a la universidad, el bazar, las organizaciones no gubernamentales, el mundo empresarial y la prensa. Con sus impresiones conforman un termómetro del Irán actual, una estampa de una sociedad diversa y en movimiento con una imagen de fronteras afuera que dista mucho de la realidad.
Mariam, la feminista
Rrepresentante de una ONG feminista, Mariam Rezazade cree que el régimen se hace cada vez más represivo, y se queja de la falta de información de los medios oficiales:
«En Occidente sólo se ve la cara nuclear del régimen. Es lo único que interesa a la opinión pública internacional. Pero la situación en Irán ha empeorado en los últimos dos años. Añoramos la etapa de Jatamí, y eso que los reformistas tampoco supieron llevar a cabo una apertura sustancial. Ahora no se puede respirar. El ambiente cultural está asfixiante, apenas se dan permisos para publicar libros, se cierran periódicos cada mes y se detienen a jóvenes activistas feministas. La situación es tan dura que hemos suspendido las concentraciones del 8 de marzo. Si el año pasado nos pegaron y detuvieron, este año nos matan… Tenemos que desalojar nuestras sedes y esconder toda la información en lugares secretos. El miedo ha vuelto a las calles y la policía reprime con dureza cualquier mínima muestra de rebeldía. Un miedo que también ha llegado a los intelectuales. Luego, la gente normal, muchos seguidores del presidente, no tiene ni idea de la situación internacional. Los medios nacionales no informan de lo que ocurre; en la calle nadie se entera de que el peligro de guerra es real».
En la universidad
Ebrahim Farozesh, profesor de la Universidad de Teherán, sostiene que Irán necesita la energía nuclear para preservar su soberanía e independencia cuando se agote el crudo:
«Tenemos petróleo, gas… Empresas como Shell o Repsol han firmado contratos millonarios para colaborar con Irán. Esta es una señal inequívoca de que nos encontramos una vez más ante un caso montado por la propaganda estadounidense. Si Irán le pide a Bush que le construya una central nuclear y se la paga, no hay problemas. Pero si Irán decide abrir su propia planta y, lo que es peor, producir combustible nuclear, entonces empiezan los problemas. La cuestión de fondo es económica. Sólo EE. UU. y las grandes potencias eran capaces hasta ahora de producir ese combustible, lo que les daba una ventaja impresionante. El día que se acabe el combustible fósil, la industria atómica será la alternativa y nos hará falta combustible nuclear para que funcionen. En tal caso, Irán podrá mantener su soberanía. A los occidentales, sin embargo, les interesa este clima de confrontación para que no podamos avanzar por el buen camino. Sólo sus políticos ven un peligro que el Organismo Internacional de la Energía Atómica nunca ha podido confirmar. ¡No queremos la bomba! Que se entere todo el mundo, sólo trabajamos por tener un combustible que nos permita seguir siendo independientes de las demás potencias».
Sarah, empleada de una multinacional
Sarah Rastegar cree que el régimen está llevando a la sociedad iraní a la ruina:
«La cara internacional del régimen es amable si la comparamos con lo que ocurre dentro de nuestras fronteras. Esto es la ruina. El sistema actual está acabando con la iniciativa privada. Sólo prosperan los más cercanos a los dirigentes. Es una especie de privatización progresiva del sector público. Todo está ahora en manos de unos pocos, que se llevan el beneficio de unos negocios montados con todas las ventajas gubernamentales. Disponen de información privilegiada y no tienen problemas con la burocracia. Ellos son los que sostienen el régimen, y sin ellos no hay manera de hacer negocios. Las empresas extranjeras son reacias a entrar en Irán por culpa de la corrupción, y cuando entran no tienen otro remedio que ir de la mano del sector público. De todas maneras, la inversión extranjera está cayendo en picado. Por mucho que hablen de proyectos faraónicos, los iraníes nos estamos quedando solos. Las grandes familias del régimen lo acaparan todo».
En la tienda «Libros de la Guerra Santa»
Ali Mohamadi, encargado de la tienda «Libros de la Guerra Santa», sostiene que Estados Unidos sólo quiere apoderarse del petróleo iraní para cuando se agoten las reservas mundiales de crudo:
«El líder lo dijo en su última intervención y tenía razón: si Estados Unidos estuviera seguro de poder vencer a Irán, ya habría atacado hace tiempo. Pero no pueden, y por eso mantienen esta guerra psicológica. Nos temen como país y como potencia económica, y quieren a toda costa nuestro petróleo, al igual que querían el de Irak. Ellos saben, igual que lo saben nuestros dirigentes, que el petróleo se va a terminar en un plazo corto de tiempo y quieren almacenar reservas. Nuestros dirigentes han tomado medidas, y por eso han acelerado la carrera nuclear. EE UU no puede consentir que un país como Irán tenga su propio combustible atómico, ya que entonces ellos no harán negocio. No les vamos a necesitar y espero que su Embajada en Teherán siga cerrada durante muchos años. Hablan de democracia y libertad, pero no aprenden de sus errores. Prometieron lo mismo en Irak, y sólo han sembrado el caos. Lo de la bomba no se lo cree nadie, Irán ha sido víctima de las armas ilegales que Washington vendió a Sadam en los años de la guerra Santa (guerra Irán-Irak); nuestros jefes militares nunca las usarían. No buscamos la bomba, queremos desarrollarnos como país. Y el mundo debe aceptar que somos una potencia. El presidente se siente fuerte y aguantará la presión internacional. Después de 23 años de guerra estamos curtidos para este tipo de situaciones».
Hamed, periodista
Hamed Sarfarazi, periodista, se lamenta de que la comunidad internacional contemple a los iraníes como a unos radicales fundamentalistas y provincianos:
«Han pasado dos años desde que Ahmadineyad fue elegido presidente, y está claro que la apuesta no ha salido bien. Estamos mucho peor que con Jatamí y, aunque critiquemos sus ocho años de reformismo por la falta de resultados, ahora le echamos de menos. En estos momentos sólo el líder (Ali Jamenei) respalda a Ahmadineyad, aunque ya ha dicho también que su gestión puede ser criticada. Ha perdido el apoyo del Parlamento. y desde el Ayuntamiento de Teherán le están presionando por un escándalo de corrupción durante su etapa como alcalde. Ni los religiosos de Qom le abren ya las puertas. Aquel carisma que se ganó con su lenguaje llano y sus promesas populistas ha dado paso a las críticas de políticos y ciudadanos. Su gestión económica es nefasta, y se ha ganado el odio de la comunidad internacional. Claro que la propaganda de EE. UU. tampoco ayuda. Ahora nos ven como unos radicales, paletos y fundamentalistas islámicos, capaces de atentar contra cualquiera, y no es así, los iraníes no somos así. ¿A quien le interesa una guerra? Creo que el presidente y su equipo deben reflexionar y escuchar a las voces que llegan de fuera porque la amenaza es real. No se está pidiendo que Irán se olvide del programa nuclear. Sólo nos piden que paremos un tiempo para poner todo eso en orden. No es un paso atrás, pero parece imposible que Ahmadineyad pueda escuchar».