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La tragedia del Boeing 737-800 de la compañía brasileña Gol, en la que murieron 154 personas tras haber colisionado con una avioneta ejecutiva Legacy, construida por Embraer, está a punto de crear un conflicto diplomático entre Brasil y Estados Unidos.
Los dos pilotos del Legacy, Joseph Lepore y Joe Palladino, están retenidos sin pasaporte en un hotel de Río de Janeiro por orden de la justicia hasta que las investigaciones policiales y judiciales depuren las supuestas responsabilidades de ambos en la tragedia. Entretanto, en EE UU, tres diputados republicanos han pedido a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, que intervenga ante las autoridades brasileñas para que los pilotos puedan volver inmediatemente a su país.
Las víctimas del Boeing, a las que defiende una abogada llegada de Estados Unidos, quieren que sea la compañía estadounidense dueña del Legacy la que pague las indemnizaciones, dado que las sumas previstas para estos casos en EE UU son muy superiores a las que se pagan en Brasil.
La asociación de pilotos de la aerolínea estadounidense American Airlines ha aconsejado a sus pilotos que no vuelen sobre Brasil, un país, según ellos, con muchos problemas en los controles de tráfico aéreo y que retiene el pasaporte de los pilotos.
La reacción del ministro de Defensa brasileño, Waldir Pires, que el sábado visitó en helicóptero el lugar de la tragedia en plena selva amazónica, donde continúan los trabajos de rescate de las víctimas, ha sido tajante: “Éste no es un problema del Gobierno. Los pasaportes de los pilotos han sido retenidos por la justicia, que es independiente y sobre la que no puede actuar el Ejecutivo”, aseguró.
El ministro de Defensa rechazó, también rotundamente, las declaraciones realizadas por el periodista de The New York Times que viajaba en el Legacy y en las que afirmaba que el tráfico aéreo en Brasil es un caos. Pires respondió que sus palabras “son una locura”, ya que los controles aéreos de Brasil están considerados internacionalmente como unos de los más seguros y modernos del mundo.
Las sospechas recaen sobre el sistema de prevención de colisiones del avión ejecutivo, que pudo no haber funcionado o que estaba desconectado. Los pilotos tendrán que explicar a la justicia por qué durante más de una hora no respondieron a las llamadas de la torre de control y por qué, sin haber pedido autorización, volaban de Manaos a Brasilia a 1.000 pies más de altura de la prevista, lo que les llevó a coincidir con la altura autorizada del Boeing. Sólo cuando sean descifradas las cajas negras de los dos aparatos se podrá saber definitivamente la verdadera causa del accidente, aunque, según las primeras investigaciones, en el vuelo del Boeing todo estaba en regla hasta el momento en que se cruzó con el avión ejecutivo, que con una de sus alas dañó gravemente el sistema hidráulico del avión de Gol y le obligó a precipitarse en la selva.
Por su parte, el diario O Globo ha localizado al primer testigo ocular de la caída del avión. Se trata del maestro de obras Ivair Bernardo, que afirma haber visto caer el Boeing en zigzag, con las dos alas intactas. Bernardo dijo que oyó un gran estruendo y vio levantarse una nube de humo. Su testimonio coincide con el de algunos indios del Xingú, que tambien afirman haber visto caer al Boeing como los aviones de papel que construyen los niños y lanzan al aire.
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