Eulalio: amigo, como estuviste siempre apoyándonos,  dándonos el calor que  se necesitaba en momentos de tan cruda realidad, te envío mis reflexiones  sobre Amín,  en el 40 aniversario de  su asesinato. Cariños. Myrna  
“Y es que  los revolucionarios seguimos haciendo la revolución aun después de muertos,  cuando ya no tenemos voz para propagar las ideas revolucionarias, cuando ya no  tenemos vida para empuñar el fusil, todavía nos quedan los huesos para que  sirvan de banderas”. Amín Abel Hasbún.  
Myrna  SantosAmín nació el 12 de octubre de 1942; el próximo mes  hubiera cumplido 68 años. Le gustaba chistear sobre su vida y por ello  acostumbraba a decir que había nacido en una fecha que nadie podría olvidar por  coincidir con la celebración del descubrimiento de América. Establecía en sus  peroratas sobre la asignación de las fechas memorables ligadas a su vida, el  haber coincidido nuestro matrimonio con el 24 de abril de 1965, fecha esta que  dio inicio a la gran insurrección popular que derivo en la segunda intervención  norteamericana, que trajo como consecuencia grandes y graves confrontaciones  sociales, y que por igual moriría un día que sería recordado siempre por todo el  pueblo dominicano, y no se equivocó, porque el 24 de septiembre, Día de las  Mercedes, seguirá siendo un día asociado a su muerte.
 Vivió una vida muy accidentada, rodeado de  persecuciones, encarcelamientos, aislamiento familiar y graves dificultades en  el desenvolvimiento de su diaria cotidianidad. Era un hombre disciplinado,  sencillo, tal vez con una humildad que me enervaba por considerar que esa  actitud lo llevaba a que algunas personas desvalorizaban su entrega y denostaban  de su condición social para impedir su ascenso en las decisiones políticas de  importancia dentro de las organizaciones donde mantuvo hasta la muerte su  militancia partidaria.
 
 
  Su inteligencia fuera de serie la puso a prueba  tanto como estudiante como político: En medio de las convulsionadas luchas por  la destrujillizacion de la universidad estatal, el regreso de los exiliados, su  carrera en la facultad de Ingeniería y Arquitectura, su ascenso a la Secretaria  General de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED): la lucha por un mayor  presupuesto y la formación del Movimiento Estudiantil Flavio Suero, Amín  descollaba con notas sobresalientes y se graduó, Summa Cum Laude, título que le  fue otorgado después de muerto.
 
 Sin  embargo Amín, siempre reía, nunca la tristeza fue su estado de ánimo; aun en  medio de una tremenda disyuntiva personal cuando nuestro hijo Ernesto Van-Troi,  al nacer en el 1968, presento una dolencia cardiaca congénita que podía haberse  derivado en una muerte segura, siempre demostró entereza y optimismo que influyo  en mí, para poder enfrentar esa posible debacle personal.
 
 
Teníamos un acuerdo, de siempre encontrarnos  para Navidad y Año Nuevo, si los sucesos políticos que se desencadenaban lo  permitían, pero aun así, sorteaba las dificultades para cumplir con ese acuerdo  y por ocho años que duro nuestro noviazgo y matrimonio, siempre para esas fechas  estuvimos juntos. Igual sucedía para mi cumpleaños, nunca dejo de enviarme un  obsequio, si no podía estar presente, o de llevármelo si lograba llegar, regalo  que el mismo confeccionaba. Podía ser una pintura, un poema, un cuento, un  cofre, en fin, detalles que mantuvieron siempre nuestras relaciones con un  acercamiento a pesar de la distancia.
  
 Cuando  se perpetro el secuestro del Coronel norteamericano Donald Crowley, aun cuando  Amín fue hermético, tuve la percepción que se avecinaban terribles dificultades.  Percibí que Amín había tenido que ver y mucho en ese rapto y en sus resultados  finales, logrando negociar y sacar fuera del país un conjunto de 20 hombres  encarcelados en la prisión de La Victoria, condenados a corto plazo a la muerte,  si este secuestro no se hubiera planificado y logrado una conclusión exitosa.  Entendí que Amín estaba en peligro inminente y así se lo hice saber, pero el con  el optimismo que siempre lo caracterizo, desecho todas mis conjeturas y me  infundio valor.
 
 El  día antes de su muerte, 23 de septiembre de 1970, sentados en unas mecedoras y  conversando los dos en medio de un tremendo apagón, a través de un radio  transistor, pudimos oír el aviso que provenía de uno de los locutores de Radio  Comercial que transmitía en ese momento el juego de pelota, que a una cuadra de  donde estábamos residiendo, había ocurrido la muerte de un joven a manos de la  Policía Nacional, cosa esta que me puso “los pelos de punta”, unido a que había  hecho contactos con Edgar Erickson Pichardo (El Gringo) para que le dijera a  Moisés Blanco Genao, que Amín estaba en casa y quería conversar con ellos, por  lo que habíamos quedado en que irían a visitarnos en horas de la noche y aunque  estuvimos hasta las doce esperándolos nunca llegaron; y Amín para calmarme  comenzó a contar una serie de anécdotas de sus vivencias en la Región del Este  del país, a donde había sido enviado por la dirección política del MPD para  escabullirlo de la persecución de los organismo de represión.
 
 A  eso de las seis de la mañana, fui despertada por el timbre que sonaba de manera  repetida y cuando me asome al balcón constate que estábamos rodeados de la  Policía Nacional y que apoyados por un Ayudante Fiscal pedían entrar a allanar  nuestra casa y hacer preso Amín. Los acontecimientos se desarrollaron tan  precipitadamente, que la realidad nos dio en la cara. Amín fue asesinado  vilmente en las escaleras donde residíamos, y tanto nuestro hijo, Ernesto  Van-Troi, con dos años de edad, como yo con siete meses de embarazo, junto a la  trabajadora de la casa, fuimos hechas presas. 
 
 40  años hacen, este 24 de septiembre, de ese horrible acontecimiento en mi vida y  en la vida de mis hijos. Desesperanzas, frustraciones, situaciones  trascendentales y grandes expectativas han rodeado mi vida, la de mis hijos y de  mi compañero, Enrique Rivera, quien asumió la parte paterna de que adolecieron  mis hijos que procree con Amín y que la guadaña fatal que han segado la vida de  muchos en el país, nos lo hizo sentir, visibilizando una gran tragedia en  nuestra familia, que ha normado nuestro comportamiento y forma de ser. Por eso,  la figura de Amín Abel Hasbún, a pesar del tiempo, repercute en mí con la gran  añoranza de seguir siendo la gran nostalgia en mis sueños. 
 
 Puerto  Plata, R.D., jueves, 23 de septiembre de 2010.
 
  
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