jueves, septiembre 23, 2010

Llegó la Hora: Amín Abel Hasbún: en la nostalgia de mis sueños

Eulalio: amigo, como estuviste siempre apoyándonos, dándonos el calor que se necesitaba en momentos de tan cruda realidad, te envío mis reflexiones sobre Amín, en el 40 aniversario de su asesinato. Cariños. Myrna


“Y es que los revolucionarios seguimos haciendo la revolución aun después de muertos, cuando ya no tenemos voz para propagar las ideas revolucionarias, cuando ya no tenemos vida para empuñar el fusil, todavía nos quedan los huesos para que sirvan de banderas”. Amín Abel Hasbún.
Myrna Santos
Amín nació el 12 de octubre de 1942; el próximo mes hubiera cumplido 68 años. Le gustaba chistear sobre su vida y por ello acostumbraba a decir que había nacido en una fecha que nadie podría olvidar por coincidir con la celebración del descubrimiento de América. Establecía en sus peroratas sobre la asignación de las fechas memorables ligadas a su vida, el haber coincidido nuestro matrimonio con el 24 de abril de 1965, fecha esta que dio inicio a la gran insurrección popular que derivo en la segunda intervención norteamericana, que trajo como consecuencia grandes y graves confrontaciones sociales, y que por igual moriría un día que sería recordado siempre por todo el pueblo dominicano, y no se equivocó, porque el 24 de septiembre, Día de las Mercedes, seguirá siendo un día asociado a su muerte.

Vivió una vida muy accidentada, rodeado de persecuciones, encarcelamientos, aislamiento familiar y graves dificultades en el desenvolvimiento de su diaria cotidianidad. Era un hombre disciplinado, sencillo, tal vez con una humildad que me enervaba por considerar que esa actitud lo llevaba a que algunas personas desvalorizaban su entrega y denostaban de su condición social para impedir su ascenso en las decisiones políticas de importancia dentro de las organizaciones donde mantuvo hasta la muerte su militancia partidaria.

Su inteligencia fuera de serie la puso a prueba tanto como estudiante como político: En medio de las convulsionadas luchas por la destrujillizacion de la universidad estatal, el regreso de los exiliados, su carrera en la facultad de Ingeniería y Arquitectura, su ascenso a la Secretaria General de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED): la lucha por un mayor presupuesto y la formación del Movimiento Estudiantil Flavio Suero, Amín descollaba con notas sobresalientes y se graduó, Summa Cum Laude, título que le fue otorgado después de muerto.

Sin embargo Amín, siempre reía, nunca la tristeza fue su estado de ánimo; aun en medio de una tremenda disyuntiva personal cuando nuestro hijo Ernesto Van-Troi, al nacer en el 1968, presento una dolencia cardiaca congénita que podía haberse derivado en una muerte segura, siempre demostró entereza y optimismo que influyo en mí, para poder enfrentar esa posible debacle personal.

Teníamos un acuerdo, de siempre encontrarnos para Navidad y Año Nuevo, si los sucesos políticos que se desencadenaban lo permitían, pero aun así, sorteaba las dificultades para cumplir con ese acuerdo y por ocho años que duro nuestro noviazgo y matrimonio, siempre para esas fechas estuvimos juntos. Igual sucedía para mi cumpleaños, nunca dejo de enviarme un obsequio, si no podía estar presente, o de llevármelo si lograba llegar, regalo que el mismo confeccionaba. Podía ser una pintura, un poema, un cuento, un cofre, en fin, detalles que mantuvieron siempre nuestras relaciones con un acercamiento a pesar de la distancia.

Cuando se perpetro el secuestro del Coronel norteamericano Donald Crowley, aun cuando Amín fue hermético, tuve la percepción que se avecinaban terribles dificultades. Percibí que Amín había tenido que ver y mucho en ese rapto y en sus resultados finales, logrando negociar y sacar fuera del país un conjunto de 20 hombres encarcelados en la prisión de La Victoria, condenados a corto plazo a la muerte, si este secuestro no se hubiera planificado y logrado una conclusión exitosa. Entendí que Amín estaba en peligro inminente y así se lo hice saber, pero el con el optimismo que siempre lo caracterizo, desecho todas mis conjeturas y me infundio valor.

El día antes de su muerte, 23 de septiembre de 1970, sentados en unas mecedoras y conversando los dos en medio de un tremendo apagón, a través de un radio transistor, pudimos oír el aviso que provenía de uno de los locutores de Radio Comercial que transmitía en ese momento el juego de pelota, que a una cuadra de donde estábamos residiendo, había ocurrido la muerte de un joven a manos de la Policía Nacional, cosa esta que me puso “los pelos de punta”, unido a que había hecho contactos con Edgar Erickson Pichardo (El Gringo) para que le dijera a Moisés Blanco Genao, que Amín estaba en casa y quería conversar con ellos, por lo que habíamos quedado en que irían a visitarnos en horas de la noche y aunque estuvimos hasta las doce esperándolos nunca llegaron; y Amín para calmarme comenzó a contar una serie de anécdotas de sus vivencias en la Región del Este del país, a donde había sido enviado por la dirección política del MPD para escabullirlo de la persecución de los organismo de represión.

A eso de las seis de la mañana, fui despertada por el timbre que sonaba de manera repetida y cuando me asome al balcón constate que estábamos rodeados de la Policía Nacional y que apoyados por un Ayudante Fiscal pedían entrar a allanar nuestra casa y hacer preso Amín. Los acontecimientos se desarrollaron tan precipitadamente, que la realidad nos dio en la cara. Amín fue asesinado vilmente en las escaleras donde residíamos, y tanto nuestro hijo, Ernesto Van-Troi, con dos años de edad, como yo con siete meses de embarazo, junto a la trabajadora de la casa, fuimos hechas presas.

40 años hacen, este 24 de septiembre, de ese horrible acontecimiento en mi vida y en la vida de mis hijos. Desesperanzas, frustraciones, situaciones trascendentales y grandes expectativas han rodeado mi vida, la de mis hijos y de mi compañero, Enrique Rivera, quien asumió la parte paterna de que adolecieron mis hijos que procree con Amín y que la guadaña fatal que han segado la vida de muchos en el país, nos lo hizo sentir, visibilizando una gran tragedia en nuestra familia, que ha normado nuestro comportamiento y forma de ser. Por eso, la figura de Amín Abel Hasbún, a pesar del tiempo, repercute en mí con la gran añoranza de seguir siendo la gran nostalgia en mis sueños.

Puerto Plata, R.D., jueves, 23 de septiembre de 2010.


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