Los habitantes del noreste que emigraron a São Paulo están regresando a sus lugares de origen
Un fenómeno sociológico está despertando la curiosidad de los analistas políticos en Brasil porque rompe con los cánones habituales de los flujos migratorios internos. Los habitantes pobres del noreste del país, que en las décadas de los setenta y ochenta emigraban en masa de sus lugares de origen para escapar del hambre y la miseria hacia las grandes urbes, como São Paulo o Río de Janeiro, en busca de trabajo y de nuevos sueños, hoy están volviendo a sus tierras desilusionados. Uno de esos habitantes del noreste, hoy famoso, es el actual presidente de la República, Luiz Inácio Lula da Silva. Su padre emigró con toda su familia a São Paulo en busca de trabajo. Y en esa ciudad Lula vivió, trabajó y pasó de vendedor callejero de helados a presidente del país.
Pero no todos tuvieron la misma suerte. En un fenómeno que ya comienza a conocerse como operación retorno, 457.000 emigrantes del noreste han abandonado São Paulo para volver a sus orígenes. Hasta tal punto, que ya son más los que dejan São Paulo que los que llegan a la ciudad en busca de fortuna y trabajo. Según José Marcos Pinto, investigador del núcleo de Estudios de Población (Nepo) de la Universidad de Campinas, la tasa de emigración a São Paulo disminuyó en un 29% entre 2000 y 2004.
Los analistas estudian esta nueva corriente migratoria en busca de explicaciones. Y hasta ahora, al parecer, han encontrado dos: los beneficios que el Gobierno (no sólo el de Lula sino el que le precedió) ha concedido al noroeste pobre y a las familias rurales y la falta de perspectivas de trabajo en São Paulo, donde es patente la crisis de algunos sectores como el de la construcción, que absorbía gran parte de la mano de obra imigrante. Antes, los oriundos del noreste salían con hambre de sus lugares de origen y en São Paulo al menos conseguían un trabajo que les proporcionaba el salario mínimo, escuela para sus hijos y un hueco en una de las favelas de las afueras de la ciudad más grande del país y una de las mayores del mundo, con 20 millones de habitantes. Y también la más rica de Brasil, ya que aporta el 25% del producto interior bruto (PIB) nacional.
Ahora, el aumento de la violencia y del control que el narcotráfico ejerce sobre las favelas ha hecho que la vida sea cada vez más dura en ellas. Dado el actual índice de precios, una familia no puede sobrevivir con el salario mínimo y eso, en el caso hipotético de que el cabeza de familia encuentre trabajo. A todo ello se une la nostalgia de su pequeña casa en el campo y de los parientes que allí dejaron, y la confianza en obtener una de las ayudas al campo y de la Bolsa Familia que el Estado concede a los más pobres. Todos estos factores contribuyen al éxodo de retorno a los orígenes. El regreso de los emigrantes desde São Paulo hacia los lugares de donde salieron supone el 30% de los movimientos migratorios de Brasil. Y los habitantes del noreste suponen el 51% de ese flujo migratorio. Le siguen los del sur, con un 34%, lo que supone que, desde 1999 a 2005, 1,4 millones de personas han emprendido el retorno.
Con todo, los sociólogos no están seguros de si se trata de un fenómeno positivo o negativo, si puede calificarse de derrota o de victoria. Pero de lo que no cabe duda es que los que regresan a sus lugares de origen lo hacen pobres, como siempre fueron.
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