domingo, diciembre 31, 2006

Tras ahorcamiento de Saddam las bombas sacuden a Irak

Sólo horas después de la ejecución de Saddam Hussein, Bagdad y dos ciudades sagradas chiítas fueron objetivo de duros ataques.

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La Gaceta de Tuman, Argentina
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BAGDAD.- Horas después de que Saddam Hussein fue ejecutado ayer, en medio de temores de represalias por parte de sus seguidores árabes sunnitas, cuatro coches bomba estallaron en barrios chiítas de Bagdad y en una ciudad al sur de la capital causaron más de 70 muertos en total.

En Kufa, situada cerca de la ciudad sagrada chiíta de Najaf, unas 40 personas murieron y otras 60 resultaron heridas tras la explosión de un coche bomba en un mercado atestado de compradores por la festividad musulmana de Eid al-Adha. Una turba dio muerte a un hombre que fue acusado de colocar una bomba en la ciudad, ubicada unos 160 kilómetros al sur de Bagdad.

Los ataques se produjeron el mismo día en que Saddam fue ejecutado por cargos de crímenes de lesa humanidad, en un proceso por la muerte de 148 chiítas ocurrida en 1982. Saddam había ordenado la operación en represalia por un fallido atentado contra su vida, perpetrado entonces por opositores chiítas. Los ataques de ayer fueron considerados una rápida respuesta de los seguidores sunnitas de Saddam a la ejecución. Sin embargo, chiítas y sunnitas vienen librando una guerra no declarada desde hace mucho tiempo en un país donde, en promedio, mueren a diario unas 100 personas.

El infierno

Irak es, en realidad, un infierno en el que, por un lado, combaten insurgentes chiítas y sunnitas contra las fuerzas de ocupación y las del gobierno iraquí, mientras paralelamente ambas comunidades libran una sangrienta guerra confesional. En este escenario, la red Al Qaeda en Irak saca el mayor provecho con ataques contra unos y otros. En tanto, los escuadrones de la muerte, que -según observadores- están protegidos por el gobierno chiíta, producen masacres de civiles cada vez más numerosas. Según fuentes de la ONU, más de un millón de iraquíes -chiítas, sunnitas, kurdos y cristianos- han abandonado sus casas y han huido hacia países vecinos para salvar su vida.

La sepultura

Saddam, que gobernó Irak durante 24 años, fue ejecutado en la horca ayer a las 6, antes del inicio de la festividad Eid al Adha, o Fiesta del Sacrificio. El cuerpo fue trasladado a su ciudad natal de Tikrit, al norte de Bagdad, donde líderes tribales iban a sepultarlo anoche en la cercana aldea de Awja, según una fuente religiosa sunnita. Los hijos de Saddam, Uday y Qusay, también fueron enterrados en Awja, después de que tropas estadounidenses los mataron a mediados de 2003. El propio Saddam fue capturado en esa zona a fines de ese año. El cadáver fue trasladado en un avión del ejército estadounidense hacia Tikrit. Yahya al Atawi, un importante clérigo sunnita de Tikrit, indicó que el líder de la tribu Albu Nasir de Saddam, Ali al Nida, recibió el cuerpo. Es una costumbre musulmana el enterrar a los muertos en el transcurso del día. La hija de Saddam, Raghd, exiliada en Jordania, estaba en contacto con los líderes tribales de su familia para encontrar un lugar seguro, en el cementerio familiar en Awja o en el bastión de la insurgencia sunnita de Ramadi, unos 110 kilómetros al oeste de Bagdad. Raghd pidió previamente que el cuerpo de su padre fuera sepultado temporalmente en Yemen, hasta que pudiera ser trasladado a Irak para una ceremonia familiar apropiada.

Punto de vista
El líder Iraquí no tuvo amigos
Por Anne Beatrice Clasmann


BAGDAD.- Durante las más de dos décadas en las que dominó Irak, Saddam Hussein se ganó la fama de hombre despiadado y sin amigos. Tenía una tendencia a la megalomanía y un deseo ardiente de entrar en los libros de historia como un líder de alto nivel. Su sobredimensionado ego le era más importante que el bienestar de su pueblo, al que mantenía a raya con sus actos de crueldad.
Su desaparición en abril de 2003, cuando la invasión llegó a Bagdad, lo convirtió en una figura mística para algunos de sus seguidores. Otros aliados, por el contrario, lo acusaron de cobarde y traidor. Saddam no abandonó casi nunca su país; y en los últimos años de su régimen vivió su poder en una especie de mundo de fantasía. Se rodeaba de militares y políticos serviles. El que le llevaba una mala noticia arriesgaba su vida. Por miedo a atentados, Saddam, cuyo nombre significa “constante, firme”, se hacía representar por numerosos dobles en los actos públicos.

Hasta en las escuelas

Su culto personal llegó a niveles grotescos. Su retrato no podía faltar en ningún edificio público, como tampoco los bustos ni las estatuas en los lugares públicos. Era tan temido que muchos saludaban ante su imagen, incluso cuando nadie los observaba. “Papá Saddam lo ve todo”, se enseñaba en las escuelas.

Saddam nació, según datos oficiales, el 28 de abril de 1937 en una aldea próxima a la ciudad de Tikrit, recordada en el mundo islámico como la cuna de Saladino. Nacido en el seno de una familia de pequeños agricultores, Saddam se incorporó tempranamente al partido Baath. Con la llegada de Baath al poder, en los años de 1960, ascendió deshaciéndose de sus rivales de todas formas.

Pero durante la guerra contra Irán (1980-88) buscó más proximidad con Washington. Con la ayuda de las monarquías petrolíferas y del servicio secreto estadounidense, que proporcionaba a Irak imágenes satelitales de posiciones iraníes, Saddam salió airoso de un conflicto que dejó cientos de miles de muertos en ambos bandos. Pero tras la invasión de Kuwait, en 1990, las cosas cambiaron. El aliado estadounidense se convirtió en su enemigo, como sus amigos británicos. Quedó a merced de otros poderes más fuertes que los suyos. Así, el que fue durante años un líder intocable, acabó colgado de una soga.


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