La ‘espinita’ la tiene clavada desde la noche del martes. Lo del café, se entiende. Eso de no saber a ciencia cierta lo que cuesta hoy por hoy un café en un bar – que no sea el de La Moncloa, se entiende-, y comprobar al día siguiente que ese desconocimiento se convierte en lo más ‘destacable’ de las dos horas largas de entrevista a las que se sometió en el novedoso programa de TVE, le ha llegado al alma a José Luis Rodríguez Zapatero.
La anécdota fue este miércoles la comidilla de todos los corrillos del Congreso. Tanto que el propio presidente del Gobierno decidió coger el toro por los cuernos y demostrar que cuando dijo que un café costaba 80 céntimos, no andaba tan desencaminado como la gente piensa. Así que, después de finalizar la sesión de control al Gobierno, subió a la cafetería del Congreso con un par de periodistas a los que invitó a café por los que pagó exactamente 1,40 euros, es decir, a tenor de 0,70 céntimos cada uno.
Conseguida la ‘prueba del algodón’ en el consiguiente ticket, -que este jueves reproducirá un diario nacional en primera página- y en vista de las protesta que empezaban a suscitarse entre los numerosos periodistas que contemplaban al ‘selecto’ grupo esperando a ser invitados a la charla, Zapatero consintió que se abriera la tertulia.
Sin cámaras ni micrófonos – en estas dependencias no se deja hacer fotos ni tomar imágenes a las televisiones-, y mucho más relajado y simpático que estuvo frente a los cien ciudadanos durante el debate, que moderó el periodista Lorenzo Milá, Rodríguez Zapatero fue desvelando los entresijos de macro- entrevista de TVE.
Contó como después de finalizar el programa permaneció con los participantes más de una hora con los que compartió canapés y cerveza, momento que los que no habían podido preguntarle aprovecharon para hacerlo. El detalle simpático, como no, lo puso ‘ciudadano del café’, el que le puso en el ‘brete’. El navarro había llegado al plató de TVE ya muy enfadado porque en el hotel le habían cobrado por un café 3,50 euros. De ahí el origen de su pregunta.
Al final, el presidente le estampo su firma en el ticket y el hombre se fue tan contento. Lo que sigue sin entender el presidente es porqué se ha organizado tanto revuelo. Por eso insiste. En la cafetería de la Moncloa un café cuesta 65 céntimos y en León, su tierra, son mucho más baratos que en Madrid, lo que no dudamos. La conversación informal no tuvo desperdicio.
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