El fin de semana pasado se supo que la casa de una zona de clase media alta, propiedad de una familia de conocidos juristas, albergaba en su interior una mazmorra donde tres niñas padecieron un largo cautiverio de siete años, en condiciones miserables y bajo la custodia de una madre divorciada con trastornos psíquicos.
La opinión pública austríaca se pregunta hoy cómo ha sido posible que durante siete años pasara inadvertido el sufrimiento de tres niñas encerradas en la oscuridad en una casa de un barrio elegante de la ciudad de Linz.
El caso fue conocido pocos meses después de que la liberación de Natascha Kampusch, joven de 18 años que estuvo secuestrada desde que tenía diez años en un pequeño dormitorio subterráneo en las afueras de Viena, desencadenara una ola de incredulidad y estupor dentro y fuera del país.
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