jueves, marzo 15, 2007

La teoría de la conspiración sobre el 11-M se hunde

José Marúa Brunet
-De LA VANGUARDIA
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· El ex jefe de los Tedax dice que a las 14 horas del día 11 se descartó tytadine, habitual en ETA

· La recuperación de una bolsa que no había hecho explosión fue clave para la investigación

· La primera impresión de los Tedax fue que se trataba de una dinamita de gran potencia
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El juicio del 11-M proporcionó ayer un anticipo de los duros forcejeos que aún cabe esperar en torno a los explosivos utilizados para llevar a cabo los atentados. Lo insólito del caso reside en que son algunas de las acusaciones las que se centran más en este aspecto, como si trataran de cuestionar la validez de las pruebas practicadas y su valor probatorio contra los islamistas que se sientan en el banquillo.

Pero el testimonio del antiguo jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, fue concluyente: el mismo 11-M pudo establecerse que la dinamita usada en los atentados no era tytadine, la habitual de ETA y sí, en cambio, Goma 2, perteneciente a la empresa Unión Española de Explosivos y generalmente utilizada en las minas de Asturias, entre otras del norte de España. En ningún momento -añadió- se pensó en la marca Tytadine, como el Gobierno de entonces informó ese día.

El debate en torno a los explosivos se mantiene, sin embargo, con inaudita intensidad en este proceso. Lo normal sería que fueran los defensores quienes relativizasen la fiabilidad de los exámenes químicos y sus resultados, así como su encaje y coherencia con otras pruebas del caso. Pero en este asunto viene siendo habitual que una parte de las acusaciones, y en especial la ejercida en nombre de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) actúe en términos que pueden parecer más propios de la defensa.

Una nueva muestra de esta situación de papeles cambiados la proporcionó ayer el interrogatorio de los policías que el 11-M se ocuparon de los explosivos. El proceso todavía no ha llegado a las pruebas periciales, por lo que dichos funcionarios declararon en su condición de testigos, como policías expertos en explosivos que se ocuparon de su detección el día de los hechos, pero no como analistas químicos de su composición y propiedades.

Aun así, los interrogatorios, y en especial el realizado por el letrado de la AVT, derivaron con facilidad hacia el terreno técnico, para tratar de desvirtuar los análisis que concluyen que la dinamita utilizada en los atentados fue Goma 2 Eco, procedente de Mina Conchita, en Asturias. La teoría de la conspiración busca en las elucubraciones sobre los explosivos la confirmación de que alguna mano negra pudo alterar las pruebas para conducir la investigación hacia el comando islamista, cuando tal vez exista otro tipo de autores encubiertos -léase ETA- detrás de los atentados.

Esta teoría, sin embargo, recibió ayer un golpe que en un proceso normal podría considerarse definitivo, de la mano del ex jefe de los Tedax, el comisario Juan Jesús Sánchez Manzano, y de otros policías de su unidad que declararon sobre su labor en torno a los explosivos, cuando las estaciones de Atocha, Santa Eugenia y la de la calle Téllez aún eran un infierno. Los declarantes describieron con detalle el panorama sobrecogedor que encontraron al llegar a los andenes, auténticas escenas de guerra, entre los gritos de auxilio de las víctimas, el desconcierto general y el peligro latente en cada bulto, cada bolsa o mochila recuperada de los trenes, convertidos en tétricas esculturas que representaban el dolor y la muerte. "Di orden de revisar los vagones de cabeza a cola, y así se hizo en todas las estaciones afectadas", explicó uno de los testigos policiales.

Entre otros objetos recuperados en la estación de El Pozo, una bolsa de deporte que contenía una de las bombas sin estallar fue llevada primero al recinto ferial de Madrid y luego hacia la comisaría de Vallecas. Fue un milagro, porque a partir de la tarjeta del teléfono móvil que debía provocar la explosión al ser activado se pudo llegar al locutorio de Lavapiés por el que comenzó la investigación que llevó al comando islamista. Previamente, otras dos bolsas similares habían sido explosionadas por los Tedax. Pero aquélla escapó al control sobre el terreno, lo que permitió que, ya de madrugada, cuando fue advertido su contenido, se lograse su desactivación.

"¿Cómo pudo ocurrir que si revisaron todos los vagones esa bolsa no fuera detectada en la estación?", preguntó un letrado. "Yo no lo sé, explíquemelo usted", contestó el policía. El presidente les llamó a ambos al orden. Obviamente, el inspector de los Tedax que respondió así estaba ya muy molesto por el cuestionamiento de su labor, cuando él y sus compañeros se jugaron la vida para prevenir y evitar que nuevas explosiones segaran más vidas. Los policías actuaron en unos vagones donde no paraban de sonar teléfonos móviles, porque muchas personas buscaban angustiosamente a sus familiares, al difundirse las primeras noticias de la masacre. Cualquiera de aquellos timbres podía ser el que provocase otra explosión. En ese ambiente trabajaron los Tedax. Pero hay quien ve imperdonable que se les escapara una bolsa.
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