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El candidato socialdemócrata a la presidencia de Brasil, Geraldo Alckmin, ha dado un paso que, según el alcalde de Río de Janeiro, César Maia, del Partido del Frente Liberal (PFL), que apoya su candidatura, podría significar “el beso de la muerte”.
Se trata del acuerdo sellado —y plasmado en varias fotografías publicadas por la prensa brasileña— con la gobernadora de Río de Janeiro, Rosinha Garatinho, y con su marido, Anthony Garotinho, que también fue gobernador del Estado, para lograr su apoyo en la segunda vuelta electoral del 29 de octubre. El problema radica en que la familia Garotinho está supuestamente implicada en graves casos de corrupción.
Esto puede hacer que Alckmin, que con sus 41 millones de votos logró el pasado 1 de octubre arrastrar a una segunda vuelta electoral, el próximo día 29, a Luiz Inácio Lula da Silva, deje de enarbolar la bandera de la ética que esgrime frente a su rival.
Anthony Garotinho dice militar en la izquierda, pero en la actualidad pertenece al centrista Partido del Movimiento Demócrata Brasileño (PMDB), después de haber pasado por otras tres o cuatro formaciones políticas —incluido el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula—. Fiel de la Iglesia evangélica, apoyó a Lula en la segunda vuelta de las elecciones de 2002, lo que aportó 12 millones de votos de los evangélicos, entre los que tiene una gran influencia. Debió haber sido candidato a la presidencia por el PMDB, pero al final el partido —la mitad está con Lula— decidió no presentar candidato.
Garotinho lo interpretó como un golpe bajo de Lula para que no le restase votos entre las clases populares, que tambien forman parte importante de su electortado.
Reacciones
Ante el escándalo de su relación con los Garotinho, Alckmin reaccionó en un primer momento a su estilo, con calma, explicando que no ha prometido nada a cambio de su apoyo y que en todas las partes del mundo los candidatos buscan los votos de quien sea para ganar en una segunda vuelta.
Sin embargo, el diario O Folha informaba ayer de que Alckmin ha admitido que fue un error dejarse fotografiar con la familia Garotinho. Según el rotativo, Alckmin reconoció en una audiencia con el líder del Partido Frente Liberal (PFL) en el Congreso, Rodrigo Maia, que, si hubiese sabido que traería tantos problemas, no hubiera accedido a hacerse la foto, pero explicó que fue Anthony Garotinho quien insistió.
Por su parte, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso ha salido en defensa de Alckmin, recordando que a Lula lo apoya nada menos que Fernando Collor, el mandatario que tuvo que dimitir hace 14 años por corrupción. De hecho, Lula ha afirmado que, ahora que Collor ha vuelto a la política como senador, “con su experiencia puede ayudar mucho al Congreso”. Y a Lula siguen apoyándole muchos diputados que estuvieron envueltos en diversos escándalos de corrupción.
El problema para Alckmin estriba en que él había basado su campaña en la lucha contra la corrupción política, proponiendo a los electores una “revolución ética”. Ahora le va a ser difícil mantener el mismo discurso.
En todo caso, podrá decir que Lula no va al segundo turno con menos corruptos que él, pero eso es poco. Lo que hasta ahora importaba es que la diferencia entre ambos era considerable.
Ahora que la polémica está servida, sólo queda esperar a los próximos sondeos para ver si esa alianza con los Garotinho le suma o le resta votos.
Algunos personajes relevantes de la política brasileña ya han anunciado que, tras el paso dado por Alckmin, emitirán un voto nulo porque, a pesar de todo, no quieren votar por Lula.
Por su parte, Lula se prepara para el duelo. Ha movilizado a 17 ministros, que se emplearán a fondo en su campaña, y en los días que restan hasta el 29 de octubre va a gastar 400.000 millones de euros en aquellos Estados que menos votos le dieron en la primera vuelta.
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