POR JOSE MIGUEL MONTERO
-DE EL NACIONAL, VESPERTINO DOMINICANO-
Decía Carlos Gardel que "20 años no es nada", naturalmente, dándose la buena vida, pero el apátrida Josef Rosario hoy no podría decir lo mismo.
Después de 20 años pululando, principalmente en el entorno de los periódicos El Nacional, Hoy, y El Día, la inclemencia del tiempo parece estar llevando al sufrido hombre al estado "real" de locura.
Rosario, cuya nacionalidad se ignora, a pesar de que cuando llegó aquí obligado en un avión procedente de Holanda el 14 de abril de 1986, se dijo que era holandés, se ha pasado la mayor parte de ese tiempo en la esquina este de la verja de estos diarios.
Durante todo ese tiempo, a pesar del desgaste que significa vivir a la intemperie y sin comer adecuadamente ni asearse, no había dado notaciones de un estado de locura total.
Hace unos días abandonó la esquina que había hecho suya y se mudó, unos cuantos metros, en torno a un poste del tendido eléctrico frente al edificio de estos periódicos.
Lo hizo, según él, por diferencias con otro extranjero, un haitiano que ha instalado una frutería debajo de un árbol de caoba a escasos metros de su "hábitat".
En torno al poste que Josef ha establecido como su nuevo "hogar" tiene "instalado" un aparato inservible de teléfono, un galón, una funda plástica para echar comida, un pedazo de vaso desechable fong, un pedazo de tuvo plástico PVC y una piedra.
Ese cambio de comportamiento de Rosario está llamando la atención de muchos que creen que realmente está perdiendo la memoria.
Sin embargo, a cada uno de esos instrumentos le tiene su función:
El teléfono, para recibir llamadas de los barcos, a los que les da noticias.
El galón para almacenar agua.
El pedazo de vaso fong para escribir las "noticias".
Y el tubo y la piedra para defenderse de quienes, según dijo, lo asaltan todas las noches porque tiene una cuchara que dice está valorada en un 1.8 millones de pesos.
Este cambio de comportamiento hace pesar en un proceso de desmejoramiento del estado mental del apátrida.
Hasta hace un tiempo Rosario permanecía más o menos higiénico, vestido con la ropa que le regalaban y calzado, mas hoy luce sucio, descalzo, con los dientes deshechos y totalmente abandonado.
Con el paso del tiempo Rosario ha dejado de ser el hombre vigoroso que era cuando tras ser devuelto de aquí a Holanda, lo deportaron de nuevo y entonces, inexplicablemente, las autoridades dominicanas decidieron aceptarlo a sabiendas de que no es dominicano. Y no es para menos. Veinte años de una vida azarosa sí que dejan huellas.
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