A falta de butacas en condiciones, algunos niños se sientan en el suelo. Hoy/Napoleón Marte
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POR M. ARISTY CAPITAN
De Hoy, Matutino DominicanoBÁNICA, Elías Piña.- En el plantel de la escuela primaria Eva María Pellerano nada se interpone en el camino del viento: sin ventanas y sin puertas, ni siquiera hay suficientes butacas dentro de las aulas.
Pero el que esta escuela no tenga nada no es casual puesto que “está en proceso de reconstrucción” desde el primer mandato del presidente Leonel Fernández, explicaron algunos docentes del centro.
Estos trabajos, sin embargo, no fueron terminados porque durante el período de Hipólito Mejía decidieron rescindir el contrato con el ingeniero que estaba a cargo de la obra. El nuevo contratista jamás apareció.
Es así como continúan las mismas filtraciones de antaño y los techos de un par de aulas comienzan a desnudar sus varillas con desparpajo. Por otro lado, a pesar de las vigas de hierro que colocaron para dar mayor soporte a las paredes, también se ven algunas grietas.
Otro problema importante es la ausencia de instalaciones sanitarias: los baños se dañaron y tuvieron que clausurarlos. A causa de ello, apenas tienen una letrina que es usada diariamente por 305 nilos.
CON RANGO Y SIN SUELDO
Manuel Alberto Medrano Contreras inició su carrera magisterial como la mayoría de los docentes del país: llevándoles educación a los niños de las más inhóspitas lomas. En su caso, recuerda, estuvo en la de Guayuyar.
Un año después, Medrano Contreras fue trasladado a Sabana Mula. Hoy, a los catorce años de servicio, el docente está en Bánica pero sin cobrar el sueldo que le corresponde por el trabajo que realiza.
Aunque se siente feliz por su traslado, puesto que él mismo lo solicitó, Medrano Contreras se queja de que está ocupando la subdirección del centro pero le pagan como maestro.
A GOLPE DE OXIDO
Con un centro educativo en el que son muy escasas las butacas que están en buen estado, es de rigor llegar temprano para poder salir al encuentro de algunas de ellas. De lo contrario, comentan los estudiantes, les tocará ir hasta el patio, bucear en el cementerio de óxido y, con algún cartón, funda o lo que aparezca, intentar acomodarse sobre los hierros.
Para quienes no quieren sentarse sobre los duros hierros de las butacas rotas también quedan otras dos opciones. La primera de ellas es sentarse en una silla simple, sin tener dónde apoyarse para escribir.
La segunda, y quizás la menos cómoda pero más segura por aquello del óxido, es sentarse en el piso. Esta última opción es la que le toca a los más pequeños, puesto que sus profesores prefieren la seguridad del suelo a los peligros de los hierros viejos y torcidos. Cansados de esta situación, dos de los estudiantes del centro hicieron un llamado al presidente de la República, Leonel Fernández, para que les ayude a terminar la escuela. También para que interceda por ellos para que les envíen el mobiliario que necesitan para recibir docencia en condiciones.
“Aquí hay muchas personas que tienen el deseo de estudiar y por motivo de que no encuentran dónde sentarse y cómo estudiar bien ellos le pierden amor al estudio”, dijo Clara de los Santos Marte.
En términos muy parecidos se expresó Secundino Hernández Echevarría, un muchacho que también espera contar con un lugar en el que se pueda estudiar decentemente. Para él, como para los otros 304 niños que vienen aquí cada día, no es demasiado pedir.
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