Candidato por una alianza de radicales y ex duhaldistas, Lavagna esquiva las definiciones sobre una posible entente con el macrismo y sobre las acusaciones que le hizo Carrió.
En cambio, se explaya en sus críticas al Gobierno.Hace poco recordó que la última vez que habló con Néstor Kirchner fue cuando el Gobierno decidió pagar la deuda que tenía con el Fondo Monetario Internacional. Hoy no duda en señalar que el Presidente es su principal adversario para 2007. Lanzado a la campaña electoral y ya cansado de que le pregunten por una posible alianza con Mauricio Macri, prefiere esquivar los nombres propios al dar alguna definición. En sus oficinas, luego de entrevistarse con dirigentes del MID, Roberto Lavagna recibe a Página/12. Afirma que Kirchner impulsa “un capitalismo de amigos”. Repite que el año pasado el Gobierno “derrapó en el frente institucional, en el económico y en el internacional”.
–¿Por qué afirma que el Gobierno pretende construir el oficialismo y también la oposición?
–Construir un partido de gobierno y construir la oposición es un viejo proyecto. En 2003, un lobbista español sostuvo en el más alto nivel del gobierno que había que terminar con el peronismo y con el radicalismo para crear dos nuevos partidos. Uno de izquierda y otro de derecha. Como supuestamente el humor social se acerca a la izquierda, esto aseguraría tres o cuatro mandatos consecutivos al partido de izquierda.
–¿Está hablando de Felipe González?
–Me reservo el nombre, pero lo dije estando en el gobierno y lo repito ahora: esa ingeniería social y política termina en un fracaso. Funcionarios del Gobierno compraron la idea de este lobbista español y trabajan para ello. Nuestro espacio trabaja en otra línea.
–¿En qué línea?
–En acercar la sociedad civil a los partidos políticos. Quiero recordar que “el que se vayan todos” no ha desaparecido. Simplemente está ahí, larvado. También quiero recordar que no hay democracia sin partidos políticos. Estamos hablando de partidos que tienen un gran valor histórico. No se trata de inventar cosas extrañas, yo no quiero liquidar a los partidos políticos como quiere el Gobierno.
–¿Por qué querría el Gobierno liquidar al peronismo?
–El proyecto es liquidar al peronismo y al radicalismo. Esa era la idea de este lobbista español.
–Usted plantea que quienes reclaman un dólar a 2,20 pesos son los sectores de la derecha económica. ¿Ubica aquí a Ricardo López Murphy?
–No voy a hacer nombres. Todos sabemos quién es la derecha económica. Es la misma que está diciendo que hay que tener un nuevo acuerdo con el FMI para resolver la deuda con el Club de París. Se lo subrayo: no hay que tener un acuerdo con el Fondo Monetario. El Fondo no tiene más nada que decir en la Argentina desde 2002. Desde antes de la asunción de Kirchner el Fondo no tiene nada que decir, y espero que de aquí en adelante tampoco.
–¿Cómo definiría el proyecto político de Kirchner?
–Hoy le diría que a partir de una incorrecta lectura de las elecciones de 2005, el Gobierno tiene una clara desviación hacia el populismo superficial. Por eso aparecen control de precios, subsidios cruzados, un capitalismo de amigos y cosas que siempre terminan mal. El Gobierno interpretó que tenía un cheque en blanco. ¿Sabe cuál fue el porcentaje de votos que obtuvo sobre el total habilitado para votar en 2005? El 23 por ciento. Como muchos argentinos usted pensará que obtuvieron el 40 por ciento. Ese 40 por ciento no computa los votos en blanco y los casi siete millones que no fueron a votar. Una cifra nunca vista en la Argentina.
–Usted trabajó con José Ber Gelbard en 1973 cuando se impulsó una política de control de precios. ¿Por qué dice que esas políticas terminan mal?
–Hay un trabajo mío, bastante conocido en el medio académico, “La pasividad y la unicidad de la política de precios”. Decía que cuando toda la política antiinflacionario descansa en el control de precios, se termina mal. Eso valía para el ‘73 y vale para ahora.
–¿Qué lo diferencia del plan económico del Gobierno?
–En 2006, el Gobierno derrapó en tres frentes: el institucional, el económico y en la política internacional.
–¿Qué cuestiona en lo institucional?
–Se reimplantaron los superpoderes que habíamos eliminado. Se insiste con gobernar mediante decretos de necesidad y urgencia, se tomó el control sobre la Unidad de Información Financiera, se controló el Consejo de la Magistratura, se apoya la reelección indefinida en varias provincias. Se copan estamentos técnicos del Estado, llámese Indec o antes la Dirección de Política Económica del Ministerio de Economía, o la Dirección de Asuntos Jurídicos del mismo ministerio, se copa la Universidad de Buenos Aires. Todas cuestiones institucionalmente graves.
–¿Y sus diferencias con el plan económico cuáles son?
–Hay un falseamiento de la realidad tanto en materia de precios como de tarifas. Estamos frente a un capitalismo de amigos. El Gobierno se mete a comprar Aerolíneas Argentinas, o se convierte en el socio minoritario y bobo de Aeropuertos Argentina 2000, le entrega el principal ferrocarril a un consorcio formado por una empresa nacional que de ferrocarriles no sabe nada, a una empresa china que comercializa soja y al gremio de los camioneros y no tiene plata para el Hospital Francés, el Hospital de Clínicas o el de González Catán, donde no hay médicos. Hay una larga lista de temas sociales en los que el Gobierno tendría que estar poniendo el esfuerzo.
–El tercer frente en el que había dicho que el Gobierno derrapó fue el internacional. ¿Cuáles son sus diferencias?
–Tenemos frialdad con Chile, una pelea insólita en términos históricos con Uruguay. Pésimo y vergonzoso convenido con Bolivia por el gas. No lo digo por el precio ya que Brasil acordó un precio menor al que pactó Argentina, sino porque en el contrato un ministro firmó que recibiríamos el gas boliviano si sobra luego de que Bolivia le venda a Brasil. Hay un zigzag permanente con Estados Unidos. Con la deuda al Club de París, hubo una serie de enredos ya que la oferta la llevó una persona que no era funcionaria, sin el conocimiento de Economía y por eso no fue tomada por el Club de París. En síntesis, errores muy groseros que se pagan en el debilitamiento de la creación de empleo y de la inversión. Cuando internacionalmente se hace un juicio sobre un país, lo primero que se tiene en cuenta es la manera en la que ese país se relaciona con su región. Respecto de toda la región, Argentina no es confiable. Eso lo tiene en cuenta cualquier inversor. Quien no es confiable para sus vecinos no lo es en el escenario internacional. Son las luces amarillas. Estamos perdiendo una gran oportunidad.
–¿Cómo interpreta el apoyo del Gobierno al pedido de captura reclamado por la Justicia a ex funcionarios iraníes por el atentado a la AMIA?
–A lo mejor es al revés. Puede ser que el Gobierno haya tomado una decisión y que la Justicia terminó acompañándola. Ahora Estados Unidos inició conversaciones con Hashemi Rafsanjani, una de las personas cuya captura internacional pidió Argentina. Sencillamente porque Rafsanjani es un hombre conciliador y equilibrado frente a un gobierno duro como el de Mahmud Ahmadinejad. Me gustaría saber cómo procesa esto el gobierno argentino, si alguien lo pensó o simplemente se dejó llevar por la tentación de tener un titular periodístico para el día siguiente. Estamos frente a un gobierno improvisado y de un cortoplacismo muy fuerte. El titular de los diarios de la mañana siguiente tiene un peso absoluto para el Gobierno. Y en verdad, gobernar no es preocuparse por los titulares periodísticos. Gobernar es fijar el rumbo, no simplemente surfear la ola.
–¿Alfonsín tiene que dar un paso al costado en la política argentina?
–A ver, a ver. Cuando el periodismo pide explicaciones de algunas cosas, sobre todo de cosas que se alientan desde las usinas de publicidad del Gobierno, yo digo, encantado discuto eso. Pero primero quiero discutir la alianza que nos gobierna desde 2005. Una alianza conformada por la derecha cavallista, los piqueteros, los revanchistas del ’70, el sindicalismo que utiliza la fuerza para imponerse, el pequeño grupo que viene de Santa Cruz. Me preocupa esa alianza.
–Elisa Carrió lo acusó la semana que pasó de corrupto y dijo que nunca haría una alianza con usted.
–No le voy a contestar.
–En su espacio político, Jorge Sarghini en la provincia y Javier González Fraga en Capital aparecen como sus principales candidatos. ¿No teme quedar rodeado de economistas?
–Hay también muchos que no lo son. Eduardo Camaño no es economista, es el hombre que, cuando otros se fugaron, se animó a tomar el gobierno por 48 horas. El problema de la Alianza no fue haber tenido cinco ministros economistas sino seguir la política de los grupos financieros. Este gobierno tiene menos economistas y está cometiendo graves errores en materia de economía y en la distribución del ingreso.
–¿Será Sarghini o será De Narváez el candidato bonaerense?
–Yo no elijo a dedo.
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