martes, febrero 27, 2007

¿Oyó Cheney la explosión?

-De Canarias7.es

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El vicepresidente de los Estados Unidos, Richard Cheney, no corrió ayer el menor peligro cuando un talibán suicida hizo explosionar su bomba y mató a varios civiles y soldados a la puerta principal de la gran base de Bagram, cerca de Kabul, pero tal vez oyó la explosión. Estaba casi en la cueva del dragón. De modo inusual, no había acuerdo sobre el número de muertos causados por el atentado, entre cuatro y veinte según las versiones, pero sí lo hubo sobre la autoría talibán, incluso antes de que un pretendido portavoz del movimiento integrista dijera que "el objetivo era Cheney porque sabíamos su presencia en la base".

No es seguro que tal cosa sea cierta. Cuando el vicepresidente terminaba sus reuniones del lunes en el vecino Pakistán se dijo que su avión no aterrizaría en Kabul, capital de Afganistán a sesenta kilómetros de Bagram, por el mal tiempo. Y no era un pretexto: un fuerte temporal de nieve dificultaba el tráfico aéreo pero otra versión insiste en que el aparato aterrizó allí justamente "a causa del mal tiempo". Los talibán no podían saber todo esto.

Bagram es el cuartel general de la coalición internacional que, liderada por los Estados Unidos, intenta vencer definitivamente a los talibán, desalojados del poder en diciembre de 2001, tres meses después de los atentados del 11-S. Hay allí unos diez mil hombres, de los que la mitad más o menos son norteamericanos y la base dispone de una gran pista de aterrizaje apta para los mayores aviones.

Y también de una cárcel por la que han pasado cientos de terroristas o sospechosos, muchos de ellos camino de Guantánamo. Material y simbólicamente Bagram expresa la presencia occidental en Afganistán, el gran recinto militar y aún político desde el que se dirige el esfuerzo en curso para asentar al nuevo régimen. Cheney, sin embargo, se desplazó a Kabul y no hizo venir a la base al presidente Karzai como tal vez se le sugirió por razones de seguridad. Un detalle.

Cheney llegó en un momento crucial, en vísperas de una ofensiva insurgente coincidiendo con el deshielo, según es costumbre allí y cuando se teme no la derrota de las tropas de la OTAN, imposible en términos militares, sino la 'iraquización' del conflicto. Ya el año pasado se pasó de la guerrilla rural al coche-bomba urbano y selectivo. Y Bush anunció el 15 de febrero el envío de 3.200 soldados más y su nuevo jefe sobre el terreno, general Dan McNeil, su determinación de prevalecer.

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