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El Papa exige activismo y ortodoxia a los obispos, a los políticos católicos y a los creyentes de a pie. Ciertas cuestiones, dice, “no son negociables”. Y las enumera: “La defensa de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos”.
Los políticos católicos están obligados a oponerse a las leyes que no se ajusten a su doctrina religiosa, y los obispos están obligados a exigírselo “constantemente”. Benedicto XVI confirmó el martes, con un importante documento, su ánimo combativo y su voluntad de situar la Iglesia en el centro del debate público y de recuperar un protagonismo perdido en Europa hace décadas.
El último Sínodo de los obispos, la más trascendental de las asambleas católicas “regulares” --los concilios son algo muy excepcional--, se celebró en Roma en octubre de 2005. Fue el último Sínodo presidido por Juan Pablo II. Las aportaciones de 256 obispos de todo el mundo se “destilaron” durante año y medio y fueron publicadas el martes en una exhortación papal titulada Sacramentum Caritatis (El sacramento de la caridad).
Eran 131 páginas que suponían un trabajo colectivo, pero reflejaban la personalidad y los objetivos del pontificado de Benedicto XVI, menos místico que el de Juan Pablo II. El nuevo Papa es más filosófico y, en ese sentido, más “político”.
La Eucaristía constituye el eje central del texto, que se extiende a numerosas cuestiones doctrinales, pastorales y litúrgicas. Llama la atención, sin embargo, el énfasis en cuestiones políticas de relevancia muy europea.
La distinción de facto entre la conciencia privada y las cuestiones públicas, que tras el Concilio Vaticano II permitió que numerosos países de la esfera católica legislaran sobre divorcio y aborto, es considerada incoherente. El culto a Dios, dice el Papa, “nunca es un acto meramente privado: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe”
Cero permisividad
Ese es un mensaje dirigido a la clase política italiana, que discute sobre la posible regularización de las parejas de hecho, y a los parlamentos de los países socialmente más permisivos. Como España. No hay ninguna novedad doctrinal, pero es nuevo el tono.Los términos utilizados por el Osservatore Romano, el diario oficial del Vaticano, para condenar una manifestación realizada el sábado en Roma a favor de la ley de las parejas de hecho, son una prueba adicional de la virulencia con la que la Administración Católica se propone librar las batallas que considera irrenunciables. El diario habló de “discutible mascarada”, “exhibición histérica” y “carnavalada”
Papa homofóbico
Lo que más irritó al Vaticano fue la presencia de homosexuales en la manifestación. El editorialista del Osservatore consideró que esa presencia probaba que cualquier ley sobre parejas al margen del matrimonio, era un punto de partida para los matrimonios homosexuales.El cardenal Angelo Scola, a quien correspondió presentar ayer la exhortación papal, se esforzó en asegurar que no existía en la Iglesia “ninguna fobia contra los homosexuales”. Y subrayó que las declaraciones de los obispos en contra del proyecto italiano sobre parejas de hecho no constituían “una injerencia política”, sino “una obligación magisterial”.
La exhortación Sacramentum Caritatis se ajusta al espíritu programático del pontificado. El Papa considera que décadas de laxitud católica han permitido la promulgación de leyes “socialmente corrosivas”, y exige un cierre de filas. Quiere que la Iglesia no se defina por el número de fieles, sino por la calidad, concienciación y activismo de los mismos
Aborto “innegociable”
Para él, el catolicismo debe reflejarse de la misma forma en el silencio de la reflexión previa a la Eucaristía y en el fragor de los debates públicos. El término “innegociable”, aplicado a cuestiones como el aborto, la eutanasia, el divorcio, las uniones homosexuales o la enseñanza católica, resulta significativo.El cierre de filas va unido a un cierto repliegue hacia valores preconciliares, como la misa en latín y el canto gregoriano. El recordatorio de que los católicos divorciados y casados de nuevo no pueden recibir la Eucaristía, y deben esforzarse en compensar su situación irregular con “penitencias y obras de caridad”, complementa un cuadro a la vez regresivo y, en un sentido político, “revolucionario”.
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